HOMENAJE EN EL PASICO
Héroes 100 x 100 FRANCISCANOS
Recién
iniciada la Cuaresma, el jueves dos de marzo, en El Pasico, con
asistencia de TV Castilla-La Mancha,
Julian Cano y Laura Monedero, responsables del programa Héroes Anónimos y, representantes de Medicus Mundi –Pepi- y de la Asociación de Apoyo al Inmigrante –Pancho-, con los residentes de la carretera de las peñas; inmigrantes temporeros y, punto de primera acogida para personas sin hogar, en exclusión social y en situación de
vulnerabilidad; quisieron dar a un voluntario su reconocimiento en forma de una placa, a Laurentino TINO, al que ellos, cariñosamente llaman “el papa blanco” reconociendo así su trayectoria e implicación de muchos años. Actualmente hay quince voluntarios, que de manera anónima realizan servicios en este centro y para éste centro.
Es
fantástico el nombre del programa: Héroes Anónimos, que representa a tantos
hombres y mujeres que han entendido lo que es seguir a Jesucristo. Entregarse a
Dios y a los hombres.
En Héroes
Anónimos ponemos voz y cara a todos aquellos que día a día luchan, se esfuerzan
y ayudan a los demás. Héroes Anónimos es humanidad, respeto,
amistad, compromiso social, comprender al que piensa distinto, considerar la
diferencia, solidaridad, esfuerzo, trabajo y superación, entre otros valores.
El amor es el servicio concreto que nos damos los unos a los otros. El amor no son palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el silencio y escondido. P. Francisco.
Nuestro
hermano, Carlos Amigo Vallejo, ofm; en su reciente libro; Francisco de Asís Historia y leyenda,
lo refleja magistralmente.
El hermano franciscano no necesita ofrecer muchas
razones para comprender su vocación y su misión en la Iglesia. Su vida
“habla” con un lenguaje tan comprensible que sobran las palabras y hablan
los hechos de la caridad y de la misericordia a favor de los más pobres, los
más olvidados, los más excluidos.
Francisco de Asís recibe el carisma de la
caridad y de la misericordia y el de una vida pobre y escondida en el corazón
de Cristo y presente entre los más desvalidos.
¿Por qué servís a los desvalidos, cuidáis
a los enfermos, acogéis a los que están solos?, les preguntaba la gente. ¡Por
que son mis amos y señores! Los enfermos, los que no tienen casa, los
marginados y pobres no son tuyos, son de Dios y Él te ha elegido a ti para que
tú se los atiendas y cuides. Y hacerlo con misericordia, que es ofrecer lo
mejor que uno puede tener y dárselo a quien más lo puede necesitar. Y en esto
conocerán que sois cristianos y hermanos franciscanos.
El hermano no está preocupado por la
credibilidad del aplauso social, sino por la fidelidad al Evangelio de
Jesucristo. La caridad no hace ruido; y si hace ruido, no es caridad. Se le
caería la cara de vergüenza de presumir a costa de los pobre. A los pobres se
les sirve, por amor a Jesucristo, y basta. Que en esto se reconocerá que sois
buenos cristianos.
Acercarse a los pobres, como lo más
querido de Jesús. Los pobres, los marginados, los leprosos, los excluidos, no
son un título, sino unas personas concretas a las que hay que ayudar con
eficacia, sin menoscabar en lo más mínimo su propia dignidad humana.
En la conducta de Francisco de Asís hay
una constante referencia al Evangelio y a los comportamientos de Jesucristo. El
amor fraterno tiene ahí su razón de ser. Queremos hacer lo que hizo Jesucristo:
servidor de los pobres y salvador de todos. Entonces, como ahora, existe una
pobreza espiritual, de falta de Dios. “El mundo tiene necesidad de Dios, no
de un Dios cualquiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se hizo carne
y sangre, que nos amó hasta morir por nosotros, que resucitó y creó en sí mismo
un espacio para el hombre. Este Dios debe vivir en nosotros y nosotros en Él”.
Benedicto XVI.
Juan Pablo II en su peregrinación a Asís
pide la ayuda de san Francisco para repetir lo que ha querido ser la
experiencia y el proyecto franciscano de todos los tiempos, es decir, escribir
el Evangelio en el corazón de los hombres; acercar a Cristo a la Iglesia y al
mundo; abrazar las vicisitudes de los hombres; hablar en un lenguaje evangélico
sencillo y provechoso; resolver todo en clave evangélica, para que Cristo sea
el camino, verdad y vida para el hombre.
Fíjate, los últimos papas hacen
referencia a san Francisco, nosotros se supone que somos sus herederos, se
supone, tenemos un legado que tenemos que llevar a cabo.
En
el franciscanismo, el derecho a vivir de una determinada manera no supone una
exigencia reclamable frente al otro, sino más bien un mandato del Señor sobre
uno mismo: amarás a tu hermano.
El franciscano no pregunta, actúa; el franciscano
es generoso, no solamente en cantidad sino con el espíritu con que se ofrece.
El ejemplo no es otro que Jesucristo.
En el franciscano tiene que aparecer la
pobreza, los hermanos y el Evangelio. La pobreza es despojamiento, hace
relación a la condición de servir, y lleva a la libertad. El hermano Francisco
escribe a fray León ”Cualquiera que sea el modo en que mejor te parezca de
agradar al Señor y seguir sus huellas y su pobreza, hazlo con la bendición del
Señor”. Palabras que expresan el deseo de compartir con el hermano la
permanente actitud de Francisco “Vivir según la forma del santo Evangelio”.
Que esto no sean solo palabras. El
franciscano, el servidor franciscano, tiene que dar una respuesta de fe, como
la de un peregrino que ha recibido el mensaje y el encargo de caminar. Al
encontrarse con otros hombres les hablará de lo que “ha visto y oído” entre los
hermanos que dejó atrás. Aceptaras el riesgo de tener que caminar siempre, de
hacerlo solo muchas veces, de no tener a nadie que escuche su palabra, de
recibir el rechazo o la indiferencia. Es preciso el riesgo de la peregrinación.
Relación fraterna con toda criatura humana y, dice san Francisco a los hermanos
“No promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana
criatura por Dios”. Es una relación de minoridad, con todos y con todo.
El Señor me dio hermanos. El Señor me dio
el derecho de poder servir a los hermanos.
Francisco eligiendo la pobreza en
alegría, ha quitado el miedo y la preocupación. Vivir en una espiritualidad
de comunión significa sentir al hermano como uno que me pertenece; ver ante
todo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de
Dios.
PAZ BIEN